En especial, para mi amiga del perro cojo.
A riesgo de caer en más de un lugar cursi y común, me gustaría decir unas cuantas cosas sobre mis amigos. De principio, no creo que los amigos sean esa “familia que elegimos”, más bien creo que son coincidencias oportunas y afortunadísimas que intervienen en el curso de la vida y nos brindan (tal vez involuntariamente) ciertas pistas para sobrevivir y aprender algo sobre el modo como decidimos estar en el mundo. Tampoco creo en las frases hechas del tipo “un amigo verdadero dura toda la vida” y por el estilo. Me gusta pensar que como el Sputnik, ahí perdido en la inmensidad del espacio, nosotros también “flotamos” y coincidimos con otros satélites o naves embarcados en semejantes empresas de exploración y aprendizaje; a veces la coincidencia dura años o lo que dura la vida, otras tan sólo unos cuantos meses. Lo que importa es la coincidencia, el momento clave en que dejamos de ser cacharros solitarios en medio del universo, para convertirnos en felices compañeros de viaje. (Sí, toda la imagen se la debo a Murakami).
En realidad no quería hablar de mis amigos, sino de un libro de poesía en que la relación de amistad entre dos personas se articula como un largo viaje donde la naturaleza humana y sus conflictos se multiplican por las vías del juego y la empatía a pesar de las diferencias. Amigo del perro cojo de Tedi López Mills puede leerse como una larga misiva dejada al tiempo, como ese mensaje nunca escrito pero que siempre tenemos la intención de hacer llegar a los amigos, tan sólo para decirles que pensamos en ellos, que los recordamos, que si no se impusiera la vida con sus urgencias absurdas seguro pasaríamos más tiempo con ellos.
Entre los amigos del libro, todo comienza con un balance de las semejanzas y las diferencias, con el típico contraste entre un aquí y un allá añorado, triste y dulce. En esta primera parte titulada “Misceláneo” se entrelazan las voces de un yo que para siempre se dirigirá a un tú, amigo del perro cojo. A veces pareciera que el amigo es uno mismo/la voz que habla y experimenta el mundo o tal vez sólo sucede que en la coincidencia el amigo es ventana a nuestras obviedades y temores, a nuestras manías, obsesiones y necedades. En el viaje a un sitio extraño, ante los nuevos paisajes, ante la voz de los otros, la imagen del amigo del perro cojo está presente:
pienso en mi amigo
con su perro cojo
que es un talismán
o eso creo mientras escucho
poemas de otros países
en idiomas con sonidos
que desconozco,
aunque leo las versiones
en una pantalla:
desiertos simultáneos
con tropas invasoras,
erotismo denso en la arena,
la fraternidad del alma partida
entre el cielo y la piel,
según ese idioma,
pero hay otros, los leo,
me asombran, amigo,
tienen la textura real
de naciones en fragmentos,
me convenzo […] (32-33).
Después, en “Cuaderno de las alucinaciones”, la imagen del yo, del amigo del perro cojo y de un nuevo amigo, el dandy, se entrelazan para cuestionar/se qué o quién es cada cual en su individualidad. “Ella es una mujer abominable por natural./ Ella todavía no es yo,/por sensatez” (39). Ella es la voz que habla y es también su nombre, el nombre incomprensible y mal escrito; ella se asume poseedora del dandy y quizá también del amigo del perro cojo. El dandy “avienta piedras”, “desconfía del viento”, “odia los pozos,/ las vueltas, los cubos,/ los trozos de pan,/ las fragancias que lo obligan a comulgar con un recuerdo/ que a su vez desemboca/ en un día crucial para la vida/ de las personas/ que lo quieren y lo admiran” (55). Ellos son y están con sus gentes y sus manías y con el amigo del perro cojo, en medio de ellos está lo cotidiano, lo ridículo, la burocracia, las pretensiones de los otros que no son nuestros amigos y tal vez por eso no entendemos, la torpeza de la vida que hemos hecho en sociedad.
Luego también están los viajes, los reales y los imaginarios, aquellos en que la felicidad del sitio ajeno es plena, por el sólo hecho de estar ahí, y el recuerdo del amigo es de una vitalidad indescriptible precisamente porque no está. “Diario de un viaje” y “Scrapbook de un viaje imaginario a Estambul/Ankara/Capadocia” despliegan no sólo la relación de los personajes entre sí al verse en nuevas circunstancias, sino una maestría para jugar con las palabras, para hacer que desde ellas vibren los ecos de otros tiempos, las voces de paisajes otros con todas sus posibilidades dentro.
Nodriza del aire, mosto en los labios, supongo que
nadie se rinde, airado o condenado, nadie ni yo
aunque endurecida, casi ofendida por la destreza
de retirarme sin castigarme, ay, tanta rima que me
mima, quién me lima dándome amor sin darme,
fugitiva, al vuelo viva, una caridad con todo el
empeño de un ala esquiva (69).
El viaje es ruta y es pretexto para reflexionar, comparar, recordar y enviar postales. No importa que la travesía suceda en la imaginación porque lo importante es el regreso y la vaga certeza de no estar solo:
Míranos:
tú y yo de regreso
en la casa sin ninguno
de los tiempos mutilados.
Se llama amor
en algunos libros
venir de vuelta
con las partes de las dos personas
reunidas en una sola
que se consume
sin modificar
la unidad de cada una,
lo cual perturba a los tradicionalistas: […]
pero debe llamarse amor
aunque se dañe lo de arriba
con mis siglas talladas y nuestras sombras
en un cuarto donde misma soy yo
que eres tú también en cuanto a mí (113-114).
Al regreso del viaje nos espera algo de la brutalidad ridícula que estruja a nuestro país, tal vez porque ni los viajes ni los amigos son genuinos cuando no se les ha visto en contacto con lo inmediato. Creo que por eso Amigo del perro cojo cierra con las fábulas que conforman “Democracia” y que en ellas el escenario son las calles, las gentes, el pueblo, la república, las máscaras, las voces que gritan para ver si así son escuchadas, las advertencias, el peligro, la sangre, la muerte, la incertidumbre de no saber cómo terminará esta historia.
amigo del perro cojo
anda taimado
anda precavido
rompen huesos
lastiman cuerpos
trillan lugares
como si fueran calcas
de las personas
del pueblo (130).
Aunque el libro cierre con una versión bastante patética de la democracia, o sea, plenamente fiel a nuestra realidad, resuenan más los ecos de quienes se han hecho escuchar en este viaje alucinante. Ella y todas las que es, el dandy y el amigo del perro cojo, deambulan en este libro exhibiéndose como individuos llenos de dudas, pero también abriendo la invitación a coincidir con ellos y aprender (aunque su cometido no sea el de enseñar nada) un modo distinto de estar en el mundo y asumir el triste delirio de nuestra historia, algo así como lo que hacen los grandes libros de poesía y los buenos amigos.
López Mills, Tedi. Amigo del perro cojo. México: Almadía, 2014.
Booktrailer: https://www.youtube.com/watch?v=X_3SfMjFmJ4